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Cinco premisas de la delincuencia digital en un mundo digitalmente modificado

  • revistadelfraude.com
  • 18 may 2016
  • 4 Min. de lectura

Tratar de “predecir” nuevos esquemas de fraude que se puedan desarrollar por parte la delincuencia organizada es un ejercicio retador que implica sumergirse en la dinámica de los grupos al margen de la ley y recabar, como infiltrado, sus próximos movimientos. Mientras establecer un “pronóstico” de las nuevas apuestas de los defraudadores demanda recorrer los eventos previos materializados e identificar patrones estructurales que cambien la forma como se ha entendido hasta el momento la dinámica del fraude (Ackoff, 2011).

En este sentido, las tendencias actuales motivadas por un mundo digitalmente modificado (Porter y Heppelmann, 2015) sugieren un cambio fundamental de la manera cómo actúan los delincuentes digitales. El foco de sus acciones delictivas se configura bajo cinco premisas básicas:

  • Máxima efectividad, con el mínimo de esfuerzo.

  • Máximo anonimato, con el mínimo de evidencia posible.

  • Máxima ambigüedad jurídica, con el mínimo de conocimiento tecnológico disponible.

  • Uso de plataformas digitales públicas y gratuitas, asistidas por comunidades especializadas.

  • Uso de criptomonedas como medio de pago.

Estas cinco premisas establecen un perfil diferente de los defraudadores modernos. Mientras en el pasado reciente los robos, extorsiones, suplantaciones o fraudes se configuraban a través de engaños sobre personas o procedimientos administrativos, los delincuentes modernos se aprovechan de las bondades de los sistemas informáticos y el conocimiento detallado de los mismos, para lograr sus propósitos y obtener jugosas ganancias de sus actuaciones.

Así las cosas, los renovados defraudadores se han reinventado a la luz de la dinámica de la información y la tecnología. Han entendido que la información, como activo valioso intangible, tiene una alta demanda en el mercado internacional, no sólo por lo que representa para una persona u organización, sino por lo que puede valer para concretar una transacción o tener acceso a propiedad intelectual clave de un tercero.

Un delincuente digital no es una mutación del delincuente tradicional en una versión renovada en el contexto digital, sino el surgimiento de una nueva generación de especialistas digitales que tienen la habilidad para ver las bondades y limitaciones de los avances tecnológicos y capitalizar sus capacidades disponibles (O’bannon, 2014), para ponerlas al servicio de los intereses contrarios de terceros no autorizados, creando inestabilidad e incertidumbre en el contexto social, que aumente la desconfianza del ciudadano digital frente a su legítima participación en una comunidad global.

La curva de aprendizaje de la delincuencia digital se ha disminuido por lo menos a mitad. Mientras en el pasado reciente la información disponible para comprender un escenario concreto y planear la acción delictiva se obtenía de forma segmentada y con pocos detalles, hoy internet provee no sólo esta documentación, sino comunidades de conocimientos que comparten y desarrollan aspectos novedosos y desconocidos para las autoridades.

En este sentido, el delincuente digital ha desarrollado la capacidad de vivir con la ambigüedad y la incertidumbre como su aliada (Good, 2015), de tal forma que no tiene restricciones conceptuales para pensar esquemas de fraude impensables ni habilitar plataformas digitales para usos no contemplados, con lo cual su capacidad de innovar, basada en la sabiduría del error, crece y se perfecciona con cada intento de actividad por fuera de la ley que emprende.

En un escenario como el anterior, los agentes estatales encargados de perseguir y judicializar a todos aquellos que atenten contra el ordenamiento jurídico y la convivencia social deben renovar su postura frente a la delincuencia, ahora en una vista digital, que concreta de forma ágil y novedosa posibilidades más que probabilidades. Así las cosas, se requiere ahora más que en otro momento de la historia desarrollar habilidades de analítica de datos y diseño de escenarios, así como repensar el concepto de evidencia digital en dispositivos electrónicos, por una vista dinámica del tema en el escenario de ecosistemas digitales criminales (Cano, 2016).

Las nuevas condiciones de la investigación de conductas criminales, si bien deben consultar las bases naturales de sus procedimientos, requieren migrar a un escenario donde sus actuaciones reinventen la seguridad jurídica de los procesos y motiven el análisis de patrones dinámicos de las actuaciones de los criminales, con el fin de dar un paso delante de los delincuentes que buscan en todo momento maximizar las cinco premisas previamente comentadas.

Así como la delincuencia se encuentra en un entrenamiento persistente avanzado, donde de forma conjunta con otras comunidades suman esfuerzos y capacidades para aumentar la efectividad de sus acciones, los investigadores criminales deben hacer lo propio para incrementar sus habilidades para identificar patrones de actividad ilegal, en medio de la aparente normalidad que se exhiba en el desarrollo cotidiano de la dinámica social.

Lo anterior exige cambiar la forma en la que hasta ahora se concibe el entrenamiento de los investigadores y las herramientas tecnológicas disponibles, con el fin de motivar una evolución cognitiva donde se desconecten los supuestos conocidos de la práctica actual, se nutra de la experiencia renovada de los avances tecnológicos disponibles, los patrones de comportamiento novedosos de los “chicos malos” y creen los nuevos normales que ilustren a la justicia los avances y formalidades que se demandan para perseguir y judicializar a los delincuentes

que usan tecnologías modernas.

En síntesis, podríamos decir que las organizaciones de investigación criminal deben adaptarse tan rápido como los cambios tecnológicos disponibles, para lo cual deben incorporar condiciones que promuevan la creación de errores deliberados (Schoemaker, 2011), escenarios posibles y probables (Chermack, 2011), prototipos ágiles y experimentales, así como capacidades analíticas de grandes datos, para desarrollar una capacidad prospectiva que les permita tratar de anticiparse a los movimientos de los delincuentes y así disminuir la brecha frente a nuevas formas de criminalidad que puedan desarrollar aquellos que van en contra de la ley.

El reto no está en comprender las enseñanzas de la inevitabilidad de la falla en las empresas o las personas, sino en hacer una lectura atenta y juiciosa de la inseguridad de la información, como fuente de alternativas para concretar acciones criminales que alteren la realidad y generen ventajas competitivas que confirmen las cinco premisas de los delincuentes digitales previamente comentadas.

Por Jeimy Cano Phd

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